domingo, 7 de agosto de 2016

Conciencia Social y Derechos Humanos

Por: Eduardo Catalán


El tema de los Derechos Humanos también es uno importante en la interacción diaria. Porque cumplir los Deberes Humanos legitima el ejercicio de nuestros Derechos. Esa es la frágil regla del juego que, basado en el raciocinio y buena voluntad, debemos  seguir para lograr la Concordia entre semejantes.   Para que esta dinámica se realice satisfactoriamente, la Tolerancia se obliga como un Deber irrefutable.
¿Pero, percibimos que nos acercamos a la Concordia o más bien, todo lo contrario? ¿Cumplimos a cabalidad con nuestros Deberes? ¿Conocemos realmente nuestros Derechos?    ¿Ejercemos nuestros Derechos  confiando en la reciprocidad que nos otorga el Deber sin atropellar las Libertades de los demás o condicionamos los Deberes negociando  a conveniencia los Derechos ajenos?
Para responder a estas interrogantes debemos primero establecer qué se entiende por Deber y qué por Derecho. El Internet está lleno de estas definiciones y cada cual más abstracta. Para entenderlo no es necesario definir qué es cada uno.  Ya que, en un lenguaje al alcance de todos, se ha concordado como un Deber Humano velar por el respeto de los Derechos contemplados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la medida que esta dinámica social se realice,  las virtudes que la humanidad se atribuye a sí misma, pasarán del plano ideal a la práctica. Dando lugar a que la Tolerancia, la Empatía, la Solidaridad, la Misericordia, la Fraternidad y la Concordia se consoliden como parte del sentido común  y en auténticos móviles de acción.
Existe gran confusión acerca de cuales son los Deberes frente a los Derechos otorgados a las Libertades  de Pensamiento, Credo, Expresión y  Elección, entre otras. Últimamente, como parte del ejercicio en cuestión,  nos hemos encontrado en circunstancias en las que también debemos atribuirle validez a las ideas retrógradas que, precisamente, dieron pie para que se estableciera un Nuevo Orden. Por ejemplo, es un oxímoron  amparase en los Derechos Humanos de esta índole para justificar argumentos paleolíticos o de explotación.
Y es porque se valoran los Derechos Humanos en la medida de las propias apreciaciones o necesidades;  así cómo también, el de los intereses políticos, económicos y religiosos con los que nos identificamos como cultura. Restringiendo el compromiso del Deber, exclusivamente, a estas valoraciones.
Cabe  resaltar que, todos los Deberes y Derechos están estrechamente relacionados entre sí y no se puede - a conveniencia - ejercer un Derecho y  al mismo tiempo desconocer un Deber basados exclusivamente en el ejercicio de las Libertades.  Como tampoco se puede afirmar que nazcamos iguales ante la Ley, según afirma la ideología dominante.  Sólo basta empaparse del acontecer diario para constatar que negros, marrones o blancos; hombres, mujeres, niños o gays  gozan ante la Ley de un trato distinto. Que suene bien no significa axiomático. Lo cierto es que cada ser humano es único, así lo demuestra nuestro ADN y huellas digitales.  Sin embargo, es afirmativo que somos semejantes, bajo el amparo que nos otorgan los DDHH y que pese a las grandes diferencias étnicas, culturales y de preferencia existentes, debemos tratarnos y ser tratados por igual.
Pero tampoco debe entenderse la Declaración Universal de los Derechos Humanos como a un menú al cual recurrir de acuerdo a la exigencia y circunstancias.  Por el contrario, ésta, se trata de un manual, digámosle así, cuyo contenido nos pone al alcance las reglas de juego que deben existir para lograr la concordia, armonía y paz entre todo tipo de ser humano. Este debería ser el escrito más vendido en el globo. Pero sucede que, intereses creados  se han preocupado de mal informar, confundir o desinformar estos contenidos, con el objeto de perpetuar sus actividades privadas lo más que les sea posible.
La ONU fue creada, entre otros, para velar por el cumplimiento de los Derechos Humanos. No obstante, su labor no ha sido eficaz, como bien menciona Blanca Montoya*: “…La situación actual del mundo nos permite concluir que es una organización sumamente débil o al menos ineficaz… […] En la práctica, sus poderes se ven limitados por la desgana de las partes condenadas en respetar las sentencias o por la imposibilidad de que el Consejo de Seguridad las imponga, especialmente si el fallo va contra los intereses de uno de los cinco países que tienen el poder del veto sobre cualquier decisión […] Todos los países miembros tienen un voto, sin embargo, los cinco miembros permanentes que son Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China tienen derecho de veto. Estados Unidos a través del veto puede hacer lo que le venga en gana en materia de seguridad y paz… […]  Estados Unidos utiliza a la ONU para sus objetivos de política exterior, sus intervenciones e injerencias en todo el mundo. La ONU se involucra en conflictos internos de algunos Estados “disidentes”, en función de una “diplomacia preventiva” o una “intervención humanitaria”. Los Cascos azules pueden inspeccionar y controlar elecciones, organizar, establecer y reemplazar gobiernos y crear o entrenar cuerpos de policías y ejércitos locales…”. Con todo, al común de la población norteamericana, no le cabe duda que estas actividades sólo son parte de la lucha por extender al resto del mundo las Libertades y Derechos que ellos gozan como un privilegio.
La Primera Enmienda a la Constitución de Los Estados Unidos prohíbe la creación de cualquier ley con respecto a la imposición de una religión oficial o que impida la práctica de la misma. Pero, al tiempo que se hostiga a los musulmanes por retrógradas, proliferan los credos paleolíticos con aberrantes  planteamientos misóginos y homofóbicos que exacerban los ánimos hasta fanatismos criminales. Lo mismo se menciona con respecto a la Libertad de Expresión y para la Libertad de Prensa; ahora constituida como un poder de corporaciones. Por mencionar algo, existen palabras que, ridículamente, el común no puede – bajo pena de detención, interrogación, tortura o ajusticiamiento- repetir en aeropuertos, aviones y lugares públicos o vinculados al Estado. Y para tal caso, se cuenta con un panóptico** bien estructurado que impasible observa y controla. No obstante, a diario se transmiten impunemente insultantes spots publicitarios, noticias insidiosas, discursos políticos instigadores, argumentaciones xenofóbicas y racistas, programas de entretenimiento conteniendo violencia extrema, etc.
Por añadidura, las políticas de comunicación que el poder mediático desarrolla, porfían en reducir el asunto de los Derechos Humanos exclusivamente hacia cuestiones de espionaje, detenidos de guerra, crímenes de odio, etc. Circunstancia que, también se afirma es sólo del menester de las autoridades pertinentes y que - bajo presión o no de la opinión pública - debe resolver cuando buenamente lo hagan. Otra tendencia es hiperbolizar el respeto que  las autoridades tienen con los Derechos y Defensa que merecen antisociales y delincuentes. Para que la Ley no se extralimite con ellos, según afirman los penalistas.
Para mayor confusión, las políticas de consumo promueven - cada vez más y con mayor énfasis- el valor que proporciona la satisfacción individual en detrimento del bienestar general. Conceptos como individualismo, libre albedrío, Libertad de acción, desplazamiento y expresión, están -deliberadamente - confundidos con los de ciertos vicios capitales como el egoísmo, la envidia, la codicia, la autosuficiencia, la gula, el libertinaje, la lujuria y la competencia desleal, entre otras.
Desde la perspectiva del consumismo, no hay nada más importante que velar por el Derecho propio; ya que - por cierta absurda lógica- se asume que el ajeno se defienda solo. Cada quién cuida de lo suyo. Por la familia, los hijos, el futuro o cualquier otra racionalización mejor elaborada. Para el consumismo, quién posee más defiende mejor sus Derechos y libertades. Beligerancia soterrada que, en la experiencia interpersonal, trasgrede y pisotea más Derechos Ajenos que una dictadura. Durante el acontecer cotidiano, la ciudadanía común y corriente - escudándose en el ejercicio de sus Derechos y Libertades -  agrede y segrega a mayor cantidad de  personas que las que figuran en las listas de denuncias que la ONU o Amnistía Internacional reciben diariamente.
Sucede que el asunto de los Derechos Humanos también es uno importante en la interacción diaria entre semejantes. Empieza en el hogar, extendiéndose hasta cada área de acción que la persona elija realizar mientras vive. Autoritarismo, violencia estructural, nepotismo, corrupción, monopolio de oportunidades, racismo, segregación, favoritismos, estafa, explotación, fobias sociales, etc. Son fehacientes transgresiones que a diario se cometen en contra del Derecho Ajeno. Lo mismo que la violencia de género, la infantil y todo tipo de abuso e imposiciones habituales en el hogar.
Debemos entender que el tema de los Derechos Humanos es uno cotidiano y que nuestro principal Deber es velar por que no se viole el de los demás. Es decir, el de las personas que están a nuestro alcance. Las mismas que conforman el pequeño mundo que nos rodea, por más mínimo, familiar o privado que nos parezca. Si queremos avanzar como sociedad del siglo XXI, como país del primer mundo, debemos empezar por mejorar la calidad de nuestras relaciones interpersonales, concediendo el paso primero al Derecho Ajeno. La Empatía y la Tolerancia, valorados como móviles de acción, no harán más que revertir hacia nosotros un resultado positivo.  De lo contrario, siempre seremos presa de nuestro egoísmo.
* Blanca Montoya, “El Dominio Mediático”. Copyright © Blanca Montoya. Primera edición, 2010.
** Michel Foucault, “Vigilar y Castigar”. Copyright © 1976, Siglo XXI Editores, S.A. de C.V.

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